En el Bicentenario de la Independencia recordamos que nuestro país se constituyó unitario desde el origen. Y hoy el federalismo continúa su camino más declamativo que real.
La historia se reedita con su sectarismo y exclusión. Aunque parezca políticamente incorrecto en una fecha como el Bicentenario de la Independencia mencionar algunos hechos que fueron negados por la versión mitrista y recordarlos resulte incómodo. Esa lectura lavada y unidireccional que aprendimos de los libros escolares aún persiste y a veces se repite como verdad absoluta.
Es que nuestro país se constituyó unitario de entrada. Lo del federalismo fue una expresión de deseo que no se concretó plenamente, ni antes ni ahora. Durante todos los gobiernos, la cuestión federal fue más declamativa que real en Argentina. Desde el vamos, el centralismo porteño estuvo presente y se quedó durante dos siglos. Tampoco hay señales certeras de que esa realidad pueda modificarse en el corto plazo.
El antecedente más progresista a la declaración de la independencia de España fue la Asamblea del año XIII que sesionó en Buenos Aires, aunque su espíritu luego se fue diluyendo con el poder alvearista. Por su constante tensión con el gobierno porteño, los representantes del Litoral que llevaban instrucciones de Artigas fueron rechazados.
Esa exclusión no fue por casualidad. Adelantadas tres años al acta firmada en Tucumán y más progresistas aún, esas instrucciones sostenían la declaración de la independencia, la instauración de un sistema republicano de gobierno, la formación de estados autónomos, además de promover la libertad civil y religiosa.
También reconocían a la confederación como forma de organización de gobierno. Ese concepto significaba pensar en una construcción política e institucional contraria al centralismo que finalmente triunfó: el poder debía constituirse con la libre determinación de los territorios provinciales y no al revés. Desde Buenos Aires, muy pocos estaban dispuestos a comprender la magnitud revolucionaria de esas ideas.
Es interesante tener en cuenta el protagonismo que tuvo Santa Fe en aquel contexto. Junto a Corrientes, parte de Córdoba, Entre Ríos y Misiones se integró a la Liga de los Pueblos Libres liderada por Artigas desde la Banda Oriental, una movida política que alentaba la protección de las economías regionales y pregonaba la distribución equitativa de la tierra.
Finalmente, en el Congreso de los Pueblos Libres celebrado en Concepción del Uruguay el 29 de Junio de 1815 –instancias en las que se juró por adelantado la independencia de España y se izó la bandera tricolor– se determinó no enviar representantes al Congreso de Tucumán. En parte se tomó esa decisión como protesta al directorio encabezado por Gervasio Posadas que apoyaba de manera encubierta la invasión portuguesa para derrotar a Artigas, cuya cabeza ya tenía precio. Además, ¿para qué declarar la independencia si esos territorios ya la habían declarado? También estaba presente el resentimiento por el rechazo sufrido en la asamblea de1813.
No se trata de negar el gran paso que significó para nuestra génesis como país la declaración de la independencia de 1816, estrategia que venía retrasada por las idas y venidas del poder central y que finalmente logró concretarse en un contexto internacional adverso.
Pero tampoco se debe olvidar su carácter unitario, impronta que luego se consolidó con la constitución de 1819 . Es cierto que el congreso fue inclusivo hacia el noroeste al elegirse a Tucumán como sede, pero la representación por cantidad de habitantes terminó beneficiando a Buenos Aires.
El proceso fue menos inclusivo aún con el Litoral donde se venía acuñando el verdadero peligro: un federalismo que no sólo resistía el centralismo porteño sino que se consolidaba territorialmente y, al mismo tiempo, resistía los intereses neoliberales y el dominio portugués.
Contrariamente a lo que muchos piensan, José Artigas no era uruguayo, aunque lo fuera en parte. Por entonces, la Banda Oriental formaba parte del territorio del Río de la Plata y el espíritu federal del montevideano que se hacía popular repartiendo tierras y ganado entreindios y gauchos ya reclamaba la unidad de los pueblos. Los límites vinieron después y su nombre quedó confinado al otro lado del río Uruguay.
En el Congreso de Tucumán de 1816 se colaron debates sobre las formas de representación que oscilaron entre adherir a una monarquía parlamentaria o un sistema republicano, y hasta incluyeron la propuesta de erigir un rey inca como reivindicación de las etnias originarias. Pero se perdieron, desde el vamos, debatir sobre la elección de un sistema federal como forma de organización política del territorio.
A igual que el nombre de Artigas que pasó al olvido luego de su posterior derrota y su exilio definitivo en Paraguay, la oportunidad del federalismo pleno se perdió desde el inicio de la génesis argentina.
Más difícil pareciera recuperarlo en el contexto actual, con un gobierno neoliberal que prefiere reeditar antiguos sectarismos.
Es preferible pensar que son ideas postergadas, aunque se trate de un largo paréntesis en nuestra historia.